Algunas consideraciones útiles para determinar qué tan “verde” es un tipo de generación de energía con respecto a otros.
Actualmente todos hemos oído, o inclusive, estamos familiarizados con el concepto del “Desarrollo Sustentable”, término que se refiere a un enfoque que se le da al aprovechamiento de los recursos naturales como motor del desarrollo económico sin ocasionar una afectación grave o irreversible de la capacidad de la naturaleza para regenerar dichos recursos, en beneficio de las generaciones venideras. Es bajo esta óptica que deberían evaluarse todos los proyectos de desarrollo económico que consideran el crecimiento de un sitio o una comunidad. Por otro lado, en nuestra vida cotidiana escuchamos frecuentemente acerca de las acciones que toman algunos grupos ambientalistas de ideas más conservadoras, que se oponen de manera casi sistemática al desarrollo de un proyecto que involucre el aprovechamiento de los recursos naturales, utilizando el argumento de que el impacto ambiental, por leve que sea, no puede justificar la creación de obras de infraestructura o para el aprovechamiento de esos recursos naturales, como si el desarrollo de la vida cotidiana fuera posible sin el uso de las comodidades que nos ofrece la tecnología moderna, las cuales desde luego son posibles gracias al aprovechamiento de las materias primas que la naturaleza ofrece.
Hoy en día no es posible concebir nuestra vida sin el uso de numerosas aplicaciones de la tecnología para nuestra alimentación, para el desarrollo de nuestro trabajo, para el cuidado de nuestra salud, para nuestro entretenimiento, y en general, para todas las actividades humanas en las que cotidianamente participamos o de las cuales nos beneficiamos. Simplemente la generación de electricidad, insumo básico para la vida moderna, requiere de la creación de centrales generadoras, las cuales pueden utilizar un combustible no renovable para su funcionamiento (gas natural, carbón, etc.), o bien una fuente alterna de energía renovable (energía solar, eólica, geotérmica, etc.); sin embargo, de manera directa o indirecta, todas ellas ocasionan un impacto al medio ambiente en mayor o menor medida. Este impacto puede ocurrir ya sea durante el proceso mismo de generación de electricidad, como es el caso de las centrales que utilizan combustibles fósiles (generación de emisiones a la atmósfera), o bien durante la fabricación de los elementos que serán los generadores de electricidad (manufactura de páneles solares) o inclusive al momento de disponer de aquellos elementos del proceso que tienen una vida útil, que al llegar a su término necesariamente generan un residuo (que puede ser peligroso o no peligroso), como es el caso de las centrales nucleares y las fotovoltaicas, el cual debe ser confinado o dispuesto adecuadamente, ocasionando además un costo por dicho proceso.
De acuerdo a lo anterior, es importante considerar que si bien actualmente existe un buen avance en el desarrollo de tecnologías y fuentes de energía alternativas que reducen la utilización de combustibles fósiles, existen numerosas aplicaciones y necesidades de la vida moderna que hacen imprescindible la extracción de dichos recursos para su utilización no sólo como combustibles, sino como materia prima para una infinidad de productos sin los cuales no es posible el desarrollo de nuestras actividades cotidianas. Podemos pensar en utilizar un auto que funcione con energía solar o eléctrica y que puede resultar bastante conveniente para recorridos cortos en la ciudad llevando a uno o dos pasajeros, pero no es práctico pensar en utilizar esa misma tecnología para mover un camión con varias toneladas de carga que deba recorrer cientos de kilómetros por carreteras poco transitadas, e inclusive aisladas de las zonas más desarrolladas, llevando mercancía vital para los pobladores de esas comunidades y a la vez sacando de ellas los productos agrícolas o ganaderos que ahí se producen y que es necesario llevarlos a los grandes centros de consumo en otras partes del país, generando así una forma de vivir para la gente que habita en esas comunidades tan apartadas. En el primer caso la utilización de una fuente alterna de energía, como es la solar o la eléctrica pueden ser viables para recorridos cortos en la ciudad, donde fácilmente podremos encontrar puntos de recarga de baterías, o bien, aprovechar las horas de descanso nocturnas para recargar la batería del auto y poder utilizarlo nuevamente al día siguiente; sin embargo, en el segundo caso, el camión transportista no puede utilizar esta tecnología, ya que en su recorrido a través de tierras lejanas y aisladas no va a encontrar una estación de recarga de baterías eléctricas en la cual, después de unos cuantos minutos pueda continuar su viaje de varios días hasta regresar nuevamente a una zona urbana en donde pueda encontrar todos los servicios.
Para el grado de avance tecnológico en materia de combustibles y considerando su área de distribución y oferta a lo largo de toda la ruta que recorrerá el camión de nuestro ejemplo, lo más viable al día de hoy es utilizar diesel o gasolina; ambos combustibles fósiles con las desventajas que ya conocemos para el medio ambiente. Podríamos entonces pensar que una alternativa para este ejemplo en el mediano plazo sería quizás la utilización de algún biocombustible, tal como el biodiesel, derivado del maíz, de la caña de azúcar o de algunas oleaginosas y cuya utilización ayudaría a reducir la dependencia de los combustibles fósiles, no renovables y a los cuales se sigue tratando de encontrar un sustituto eficaz y económicamente viable. No obstante, la utilización de biocombustibles generará también una presión en el medio ambiente por la necesidad de abrir más tierras agrícolas para el cultivo de los vegetales de los cuales se procesan, reduciendo el hábitat natural de algunas especies de fauna o inclusive de flora por el cambio de uso de suelo natural en muchos casos, haciendo necesario el desmonte de tierras para el cultivo de estas plantas, aumentando el consumo de agua y de alguna forma alterando el equilibrio del ecosistema.
Como puede verse, no siempre una nueva alternativa para la sustitución de combustibles fósiles por otros de origen vegetal significa necesariamente que se resuelve un problema de fondo. En este caso, la sustitución de combustibles fósiles por biocombustibles reduce la emisión de gases de efecto invernadero si nos enfocamos en el proceso de combustión exclusivamente, ya que estos son más eficientes y generan menos gases de esa clase; sin embargo, para obtenerlos es necesaria la apertura de grandes extensiones de tierras de cultivo para la producción de los insumos necesarios para su fabricación. En este caso, al eliminar áreas de vegetación natural para su utilización en el cultivo de maíz, trigo o alguna otra oleaginosa para la producción de biocombustibles se reduce el potencial para la generación de oxígeno, como sucede con la tala de selvas o bosque lluvioso, incrementándose la necesidad de obtener agua para el riego de dichos cultivos, generando de cualquier manera una presión adicional al medio ambiente.
Con el ejemplo anterior, debemos considerar que no todas las soluciones alternativas que gozan de aceptación entre las agrupaciones de ambientalistas están libres del todo del deterioro del medio ambiente, por lo que es muy importante analizar el impacto ambiental que produce la utilización de cada una de las fuentes de energía disponibles mediante el análisis detallado de su huella de carbono, considerando cada uno de los pasos que intervienen en su producción. Es muy probable que al hacerlo observemos que algunas formas de producción de energía, que gozan de una buena imagen entre la población en general en cuanto a la generación de gases de efecto invernadero durante su combustión, resulten más nocivas para el ambiente una vez que se considera también el impacto de su huella de carbono al revisar cada uno de los eslabones que constituyen dicha cadena.
Por poner otro ejemplo, en el caso de la generación de energía mediante la utilización de celdas fotovoltaicas, es del dominio público que se trata de un proceso limpio, sin generación de emisiones y que aprovecha energía 100% renovable; sin embargo, para determinar el impacto real al medio ambiente por el uso de estos dispositivos es necesario también considerar que dichos páneles tienen una vida útil limitada, de entre 25 a 30 años, tras los cuales se reduce considerablemente su eficiencia y es necesario reemplazarlos (como sucede con cualquier foco o lámpara de iluminación), siendo necesaria su disposición adecuada en un sitio de confinamiento especial. Esto debido a que en su fabricación se utilizan materiales peligrosos, los cuales una vez en desuso, es necesario disponer adecuadamente, previo proceso de estabilización y recuperación de las materias primas reutilizables.
Así pues, dependiendo del cuidado que se haya tenido para el manejo y la disposición de los materiales peligrosos en su fabricación, y considerando igualmente todos los pasos involucrados en su manejo y disposición una vez terminada su vida útil (asset management), la utilización de los páneles solares puede representar un mayor impacto al medio ambiente por la generación de gases de efecto invernadero que se producen durante todas las etapas desde su fabricación hasta su disposición final que el que se produce por la utilización de energía eléctrica generada por medio de una central eléctrica alimentada por gas natural, cuya combustión es muy eficiente y genera bajos volúmenes de CO2, sin generar residuos peligrosos durante el proceso, que deban ser enviados a un confinamiento especial.
En conclusión, cuando analicemos qué tan amigable con el medio ambiente es un tipo de generación de energía con respecto a otro, no debemos enfocarnos exclusivamente a la parte del proceso donde se lleva a cabo la generación de electricidad en sentido estricto; es decir, la combustión de combustibles fósiles en el caso de una central termoeléctrica vs. el proceso de generación de un potencial eléctrico entre ambas caras de un panel fotovoltaico que origina una corriente eléctrica continua sin emisión de gases, sino que también debemos considerar el impacto que se produce al medio ambiente de cada una de las etapas del proceso y que intervienen tanto antes como después de la fase de generación de corriente eléctrica, a fin de analizar en su valor real la dimensión de la huella de carbono en cada uno de ambos procesos. Hasta que no tengamos en cuenta este análisis detallado podremos determinar de manera efectiva cuales tipos de generación de energía son más limpios que otros.